Hacer zapping y encontrarte con algo en
la tele que valga la pena no tiene precio, y eso me pasó ayer. Por la tarde, en
TVE repitieron -para hacer tiempo mientras no empezaba el partido de Nadal- un
reportaje de Vicente Romero para Informe Semanal titulado "El milagro de
Mamá Tunza" que yo no había podido ver cuando lo estrenaron. (Lo podéis
ver todavía aquí, es más, deberíais verlo ).
Cuenta la historia de Mamá Tunza, una mujer
pobre, muy pobre, de Nairobi que desde que se encontró a un bebé abonadonado en
la basura no ha parado de recoger niños de la calle. Por su casa han pasado más
de 350 pequeños a los que ha dado un hogar y una educación solo con algunas
ayudas de la gente. Y a los que, sobre todo, les ha proporcionado algo que no se
paga con dinero: mucho cariño.
Me ha sorprendido la generosidad de Mamá Tunza.
Apenas tiene para comer ella pero ha abierto su casa a todos los niños
que la han necesitado. Su fuerza, su tesón y su valor para sacar adelante ese
"proyecto" solidario también es admirable. Sin embargo, lo que me ha
parecido más curioso es el contraste con los países más desarrollados donde nos
pensamos mucho si tenemos hijos por miedo a no poder pagarles todos los
caprichos, mientras que en ciertas zonas subdesarrolladas tener un plato de
comida y cariño es más que suficiente para salir adelante.
Nos hemos creado demasiadas necesidades
materiales sin las que ya resulta imposible vivir y que, cuando no tenemos
dinero para acceder a ellas, nos vuelven cada vez más infelices. Quizás, como dice la canción de Macaco, "volver al origen no es retroceder".